Por desgracia llegó el día de la vuelta a casa, deseada por pocos.
Poniamos fin al trabajo, al interminable juego del lobo, a la vecina del piso de abajo, a la sala de estudio de ensenada, a la casa de Rodrigo, al duro sillón, a compartir el baño con nueve personas, al dulce helado de regma, al intenso partido de futbol playa, pero aun quedaban más cosas. Sí, fuimos a comer al deseado Macdonals y volamos las cometas en el paraje idílico que hay junto a la Virgen del Mar (hasta la redacción de este blog han llegado noticias de que las cometas no surcaron los cielos santanderinos durante mucho tiempo).
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